ELABORACIÓN DEL VINO
La
uva es la materia prima para la elaboración del vino, que nace a partir de un
proceso natural en el que el azúcar –a través de la fermentación del mosto- se
transforma en alcohol.
Los
vinos rojos se hacen exclusivamente con uvas tintas, en cambio los blancos
pueden elaborarse con uvas blancas o tintas. Esto se debe a que la materia
colorante se encuentra en la piel u hollejo; si al moler las uvas se deja el
jugo en contacto con la piel, aparece el color. Por el contrario, si el jugo se
separa inmediatamente del hollejo, el vino será blanco.
PASOS
1-Las uvas se cosechan en cajas pequeñas para evitar
cualquier “maltrato”. Vendimiadas en su punto óptimo de maduración, llegan al
lagar.
2- Pasan a una máquina que separa los granos del
escobajo (parte verde del racimo).
3- Los granos casi enteros pasan a una prensa
neumática que los “estruja” suavemente (no los muele) para que liberen el jugo
o mosto y la pulpa.
4-La uva prensada y su jugo son llevados a vasijas de
acero inoxidable, madera o cemento. Comienza la fermentación alcohólica (dura 4
a 10 días), proceso que se produce porque las levaduras que naturalmente trae
la uva, se alimentan de los azúcares y los transforman en alcohol.
Al
mismo tiempo las sustancias contenidas en la piel de las uvas tintas se
difunden en el jugo. Este proceso se denomina “maceración” y puede ser más o
menos prolongado, según el tipo de vino que se quiera elaborar.
En
el caso de las uvas blancas, después de la molienda se realiza el
desborre previo para eliminar los restos vegetales y las impurezas en
suspensión por sedimentación.
5-Finalizada la maceración, se escurre la parte
líquida y se separa de los sólidos (orujo).
6-Luego de la fermentación, todo vino exige cuidados
hasta que llega a la botella. Algunos han sido concebidos para la crianza,
otros saldrán rápidamente al mercado. Así se completa un proceso que nació en
la viña y finalizará en su copa.
Los
principales aditivos empleados en la elaboración del vino son, en las regiones
vinícolas más frescas, el azúcar o mosto rectificado, que debe añadirse al
mosto para incrementar el contenido final en alcohol (lo que recibe el nombre
de chaptalización); en las regiones vinícolas más cálidas hay que añadir acidez
al mosto para mejorar el equilibrio del producto final (ajuste de acidez).
Otras adiciones incluyen el tanino, productos para clarificar el vino y
esquirlas de roble (como saborizante). Todos los vinos tintos y algunos blancos
experimentan, tras la fermentación primaria, una transformación bacteriológica
llamada fermentación maloláctica, que puede garantizarse añadiendo bacterias
lácticas al mosto en fermentación o al vino.
El
tipo de depósito en el que se almacena el vino afecta también a su sabor.
Algunos contenedores, como los tanques de acero inoxidable, son neutros, y se
emplean para los vinos en los que sólo se desea obtener el sabor de la uva
fermentada; por contraste, los recipientes de madera, y en especial los
pequeños de madera nueva, se utilizan para modificar y mejorar el sabor del
vino.
El
sabor de todos los vinos cambia con el tiempo. La mayoría de ellos se
deterioran y deben consumirse tan pronto como sea posible. Los vinos de mayor
precio, por otra parte, tanto los blancos como, con mayor frecuencia, los
tintos, mejoran con el almacenamiento, generalmente en botella. Los
periodos óptimos de almacenamiento son muy variables, pero sólo una exigua
minoría de vinos mejora con un almacenamiento de más de diez años.
7°3 Lic. Turismo
UAEH
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